La entrada secreta

La entrada secreta 

Se podría decir que él era ¨nino” rico de ese lado del vecindario y ella la “chica pobre”. Casi podría caer en el cliché esta historia, pero cada historia tiene su propio carácter y los que las viven las sienten como única.

Empezó un día cuando era aún pequeña. Entró en aquella casa desconocida por una abertura que casi no se notaba, una que estaba en la entrada de los vehículos. A ella ese portón le parecía inmenso e intimidante, sin embargo, le daba más miedo estar en su casa, huir hacia otro lugar era preferible, pensaba; nada podía ser peor de lo que vivía cada día. Ya a su corta edad conocía bien el sufrimiento y casi nada del amor.

Cuando él la vio entrando tímidamente, la miró con extrañeza. Obviamente no es habitual que alguien entre en tu casa sin avisar y más aún sin conocerte, pero ahí estaba.

Ambos eran pequeños y a esa edad no se sabe de clases sociales, ni de alcurnia, ni de las diferencias que se empiezan a adquirir con los años, esas que generan odiosas distancias y miradas sospechosas. Que nos hacen volvernos tan selectivos y distantes. Pero ellos aún no estaban “manchados” con eso, así que silenciosamente se miraban esperando la primera reacción.

Ese fue el primer día, la primera reacción fue de bienvenida. Era divertido poder jugar con alguien más que no fuera un gato que no tenía buen carácter, hablar de tú a tú con quien quería explorar y jugar tanto como él. Fue así el primer día, alegre y divertido, así nació su amistad. 

Todos los días la esperaba a la entrada, por aquella pequeña abertura del portón. Parecía como si viniera de otro mundo y esta era la entrada que los comunicaba. Para ella, era el mundo al cual escapaba de la violencia y la indiferencia. Era un lugar de paz al que podía ir. 

Esas escapadas se hacían cada vez más frecuentes y prolongadas. Ya no quería volver a su casa. Si alguien hubiera podido ver su mirada al irse, habría entendido más que las palabras que no podía decir. Él la miraba irse alegre y tranquilo esperando ya que volviera al día siguiente. Después de todo, siempre se tiende a pensar que todos vivimos la vida de la misma forma. Era demasiado tierno y esa ternura fue la que le hizo conocer a ella ese lugar que era su refugio.

Un día algo terrible empezó a suceder. Tomaban a sus hermanos por la fuerza para llevárselos, no sabía donde, pero ella no quería ir. Vio una puerta abierta y corrió, tan rápido como podía siendo tan pequeñita. Débil y enferma, no tenían ningún cuidado por ella. De donde pudo con todas sus fuerzas corrió hasta la entrada “mágica” que la llevaba a su refugio. Se escondió en un rincón llena de miedo. No había nadie en la casa, su amigo no estaba y así, acurrucada en un rincón, se durmió.

Cuando llegó la familia de la casa, la encontraron en el jardín, maltrata, enferma y muy temerosa. Él los miró como pidiendo ayuda para su nueva amiga. Su familia la recibió. Tiempo después se enteraron del triste fin de sus hermanos, pero no quisieron decírselo. La veían tan feliz y los veían tan felices a ambos.

Las historias muchas veces parecen iguales a otras, pero para quienes las viven son únicas y llenas de sentido. Marcan sus recuerdos y su forma de ser.

Kofy y Kiara (así la llamaron), vivieron felices por mucho tiempo. Él conoció la amistad y también el amor, ambos correspondidos. Eran tan distintos, pero eran felices. No sabían de diferencias sociales, de alcurnia ni de esas cosas que nos hacen tan selectivos y distantes.


JRN

1 comentario

  • Muy interesante la historia, me hubiese gustado leer esta misma historia un poco más desarrollada. Espero que vengan muchas más historias como esta Jonathan. De todas formas me pareció muy buena. Un gran abrazo.

    Julio Navarrete

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